Diccionario Nuclear

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cultura de la seguridad

safety culture (inglés)

culture de la sûreté (francés)

Conjunto de principios aceptados por una comunidad nuclear que favorece que sus miembros adopten actitudes que garanticen el cumplimiento de los requisitos de la seguridad con el rigor exigido por su importancia. 

 

 

Comentario :

La expresión que se glosa empezó a usarse por la comunidad nuclear desde que en 1986 tuvo lugar el accidente de la central soviética de Chernobyl, acerca del cual la opinión casi unánime es que se produjo por la insuficiente importancia asignada a la seguridad nuclear en la Unión Soviética. La expresión cultura de la seguridad representa un concepto global que favorece todos los esfuerzos racionales que se hagan para aumentarla, en contra de quienes consideran que los gastos a que obliga pueden ser excesivos o incluso innecesarios.
Cuando se usa esta expresión, la voz “cultura” parece que debe tomarse en el sentido que está definido en el DRAE formalmente como una cuarta acepción, que dice: “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial en una época o grupo social, etc.”
Desde el punto de vista del buen uso del lenguaje, llamar “cultura” a los valores mantenidos por una comunidad reducida, en materia de alcance limitado, por mucha que sea su importancia, resulta exagerado y poco de acuerdo con la sobriedad y mesura que ha sido tradicional en el español a lo largo de muchos siglos.
Es evidente que la costumbre de hablar de culturas a troche y moche no se ha originado en el campo nuclear. Muy probablemente está provocada por el mimetismo fonético o visual que empujaría antes a imitar que a traducir el término inglés “culture”. Esta voz significa primero “cultivo de la tierra” y solamente por extensión se usa para la “cultura” de la cuarta acepción española citada más arriba.
En buena correspondencia con esta ordenación de conceptos, también en el DRAE la primera acepción de “cultura” es “cultivo”. A su vez, lo mismo que pasa en inglés, “cultivar”, en sentido propio, es un término agrícola y sólo figuradamente se refiere al cuidado y fomento de cualquier conocimiento, trato o amistad. Aún así, la extensión es tan corriente que no merece más discusión.
Con todo esto se justifica la propuesta de hablar sencillamente del cultivo de la seguridad, sin elevar su práctica a caracterizar una época o los modos de vida de una comunidad social. No obstante, las trágicas circunstancias del accidente de Chernobyl, que provocaron el empeño de los países occidentales en marcar las diferencias sustanciales de su concepción de la seguridad nuclear con las deficiencias que explican aquel desastre, constituyen un argumento de peso para quienes consideran que “cultivo” es una palabra demasiado pálida para expresar su empeño en conseguir una “seguridad a ultranza”, o sea, a prueba de fallos de cualquier tipo.
Esta última expresión se ha propuesto también como apropiada al caso, pero no nos parece aconsejable por cuanto son muchos los que piensan que establecer por norma la seguridad a ultranza es muchas veces la vía para obtener una inseguridad real, pues el exceso de obligaciones formales puede obligar a aceptar licencias para salir de situaciones imposibles y, una vez rota la norma, la discrecionalidad siempre degenera en desorden.
Para expresar el sentido reverencial que quiere darse a la seguridad, colocándola en el primer lugar de las preocupaciones de la comunidad nuclear, por encima de las consideraciones económicas, sería pertinente utilizar la palabra “culto”, que es otro miembro de la familia léxica encabezada por el cultivo, aceptada por el DRAE dentro de las acepciones de “cultura” y que es la preferida de quienes desearían usar un lenguaje bien matizado.
Los defensores de la sobria tradición española soportan mal que se prefiera aceptar cualquier expresión que haya sido consagrada por el uso, aunque sufra el espíritu del idioma. Ahora bien, en contra de esto, en la recién publicada edición corregida y aumentada del “Diccionario de uso del español” de María Moliner, aparece una acepción para la palabra “cultura”, que coincide casi exactamente con lo que se quiere decir cuando se utiliza la expresión que se está glosando. Dice así: «conjunto de valores cumplidos por un grupo social que son favorables al hecho que se expresa: “La cultura del ocio (o del pelotazo)”».
Reconocemos en el “Diccionario de uso” una fuente de autoridad que nos inclina a recoger su opinión y darla por buena y aunque todavía no se pueda aducir en su favor la sanción del DRAE, aceptamos el uso de cultura de la seguridad, como ya se viene haciendo en publicaciones de prestigio.
 

 

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