1. Unidad especial empleada para expresar la exposición. Su símbolo es R y equivale a 2,58•10-4 C•kg-1. || 2. Elemento químico radiactivo artificial de número atómico 111, perteneciente a la cuarta serie de los elementos de transición, obtenido por fusión mediante bombardeo de átomos de bismuto-209 con átomos de níquel-64 en un acelerador lineal. Sus isótopos son de período muy corto, del orden de milisegundos, excepto el 280, que decae a meitnerio-276 mediante desintegración alfa de período 3,6 segundos. Símb : Rg.
Comentario :
LAS UNIDADES FÍSICAS DE MEDIDA EN EL DRAE
1.- En nuestra obra Lexicología Nuclear (Premio Conde de Cartagena de la Real Academia Española al mejor trabajo sobre Vocabulario de una región o provincia o de un oficio o técnica, otorgado en abril de 1973) incluíamos una glosa sobre las unidades físicas. Esta glosa, junto a las restantes de la obra mencionada, fue recogida en el Léxico de términos nucleares publicado por la Junta de Energía Nuclear en 1974 y del que también somos autores. En dicha glosa se estudiaban los nombres dados en español a las unidades físicas de medida, en particular a las pertenecientes al sistema internacional de unidades, el SI.
Transcribimos a continuación el primer párrafo de la glosa, en el que planteábamos la disyuntiva entre internacionalización y castellanización de los nombres de las unidades:
“Una gran parte de las unidades empleadas en física ha recibido su nombre en honor de algún científico eminente como Coulomb, Watt, Henry, etc. Su empleo en castellano presenta varias dudas. ¿Es preferible conservar la ortografía original y hablar del coulomb, del watt y del henry, o debe castellanizarse el nombre y decirse culombio, vatio, henrio?. En el primer caso, ¿cuál es la pronunciación correcta cuando en el idioma original y en español no hay la misma correspondencia entre grafismos y fonemas?. ¿Debe decirse watt o vat para designar la unidad de potencia?. ¿Cuál sería el plural de watt, volt, etc.?. ¿Deberían seguirse las reglas de la lengua castellana y decirse wattes y voltes?”.
En nuestro trabajo, se analizaban a continuación los pros y contras de ambas alternativas y se recogían los criterios de la Conferencia General de Pesas y Medidas y de la IUPAC, así como estudiábamos la decimonovena edición de DRAE (último texto del Diccionario publicado antes de que redactáramos la glosa) y la Ley (española) 88/1967, de Pesas y Medidas.
Si resumimos:
a) La XI Conferencia General de Pesas y Medidas decidió adoptar el sistema internacional de unidades SI y estableció que los nombres de ellas se escribirían con la ortografía original del apellido de la persona a quien se honraba (coulomb, watt, henry); dicho nombre debería pronunciarse en el idioma original; al igual que los símbolos de las unidades no admiten plural, tampoco lo hacen sus nombres (se dice un coulomb y también dos coulomb y no dos coulombs) y, por último, recomendaba el uso de esta terminología internacional.
b) La IUPAC sigue las aguas de la Conferencia con algunas ligeras discrepancias ortográficas, principalmente, pero no solo, en lo que al uso de acentos y diéresis se refiere.
c) La comentada edición del DRAE representa un importante paso adelante respecto a las unidades físicas: se han incluido muchas más que en ediciones anteriores y con un tratamiento más uniforme. Se ve que, al redactar esta edición del Diccionario, la Real Academia ha aceptado la recomendación de la Conferencia Internacional de Pesas y Medidas de que las lenguas nacionales hagan suyos los nombres internacionales de las unidades. Pero, a la vez, la Academia se hace eco de la fuerte, larga y continua tradición española de castellanizar los nombres extranjeros, desde los geográficos (Maastrique, por Maastricht; Gotinga, por Göttingen) hasta las unidades físicas (amperio por ampère; voltio por volt), pasando a veces por adaptaciones tan chuscas como julio por joule. Con un inteligente sincretismo, el DRAE recoge ambas versiones: la castellanizada, como voz principal, y la internacional, como sinónimo*.
La decisión sobre el uso de una u otra voz queda así al arbitrio de cada cual, quien elegirá a la vista de las circunstancias: contexto en el que se publica el texto; público al que se destina la comunicación, etc.; y, naturalmente, gusto y criterio del autor. A nuestro juicio esta flexibilidad de la Academia era, y sigue siendo, muy acertada.
Como dijimos antes, esta edición del DRAE incluyó un número mucho mayor de unidades que las anteriores. En el sistema internacional SI todavía no se citan becquerel, gray, kelvin, mole, pascal y tesla, pero sí todas las demás. En otros sistemas las no inclusiones son mayores, sin que merezca la pena que las detallemos ahora. Con la excepción de aquellos casos como candela, lumen y lux, en que el nombre internacional puede considerarse también como español, o los más tradicionales metro, segundo y kilogramo (para este último el DRAE admite el sinónimo quilogramo) en que, en puridad, no existe nombre internacional, es decir, para todas aquellas unidades cuyo nombre deriva del de una persona, lo que ocasiona un nombre internacional de difícil asimilación, el DRAE incluye ambas versiones, la española y la internacional. En general la castellanización es total (neutonio, culombio, maxvelio); solamente en dos ocasiones ésta queda a mitad del camino: siemensio y roentgenio. Por ello siguiendo la pauta general adoptada por la Academia, en nuestra glosa proponíamos que estas voces deberían evolucionar a simensio y renguenio.
d) La Ley de Pesas y Medidas de 1967, al adoptar el sistema internacional SI, no sigue un criterio uniforme en el aspecto que comentamos: unas veces toma la voz española (amperio, julio, vatio, culombio, voltio, ohmio, faradio, henrio), otras la internacional (hertz, newton, weber) y, naturalmente, incluye los más neutros, aceptados también como únicos por la Academia (kelvin**, candela, tesla, lux, lumen).
2. Transcurridas casi tres décadas desde que escribimos dicha glosa hasta hoy, hemos pensado que sería interesante ver cómo ha evolucionado esta cuestión en el DRAE.
-Las ediciones vigésima y vigésima primera del Diccionario tienen un carácter continuista respecto a la anterior; conservan el criterio de dar doble versión (española e internacional) a todas las unidades e incorporan algunas unidades no existentes en las anteriores. Aparecen como voces nuevas pascal y pascalio, kelvin y kelvinio (en ambos casos es preferente la voz internacional) y se recogen también ångstrom y angstromio, oersted y oerstedio (aquí se vuelve al criterio tradicional de- dar preferencia a la voz española); aparece curio, con versión única, mol es considerado sinónimo de molécula gramo, y baro se incluye como unidad de presión atmosférica.
3. La última edición del DRAE, la vigésimo segunda, publicada en el último trimestre de 2001, avanza respecto a las anteriores en el sentido de que recoge varias voces nuevas, becquerel, gray, bar y barn (las cuatro solamente en versión internacional), y aparece por primera vez ampère con acento (se conservan ampere y amperio).
Respecto a la castellanización de voces internacionales, no se produce ninguna nueva; se conserva un buen número de ellas –si nos fijamos, quedan las versiones españolas que tradicionalmente se venían empleando-, y desaparecen del Diccionario las voces kelvinio, neutonio, pascalio, siemensio, weberio, angstromio, roentgenio, maxvelio y oerstedio, es decir, aquéllas cuyo nombre castellano es de reciente adopción.
En esta edición del DRAE aparece un hecho nuevo: los nombres internacionales de las unidades aparecen generalmente en letra cursiva; se salvan de ello gray, kelvin, ohm, pascal, tesla y volt, sin que sea fácil adivinar por qué otros no han disfrutado de esta amnistía.
Creemos que merece una reflexión el cambio de criterio de la Real Academia, el cual ha supuesto la eliminación de un buen número de nombres castellanizados antes por la misma corporación, y la colocación bajo libertad vigilada dentro del Diccionario de los nombres en la nomenclatura internacional.
La postura de la Academia en la décima novena edición significaba, a nuestro juicio:
a) Respaldo a los organismos científicos internacionales, en el sentido de que debe existir una terminología internacional propia, en materia tan importante como son las unidades físicas, con objeto de facilitar el mutuo entendimiento entre científicos y técnicos.
b) Apoyo decidido de la Academia a la asimilación, tras una adaptación adecuada, de estos términos ajenos hasta convertirlos en neologismos aceptables en los usos y reglas del español, cuando se trate de su uso fuera del campo científico y técnico.
Interpretamos que ahora la Academia ha continuado con el mismo criterio pero atemperado con un deje de escepticismo en el sentido de:
a) Recordar que las voces internacionales, aunque necesarias por el momento y cuya estancia entre nosotros se acepta, no dejan de constituir un cuerpo extraño dentro del caudal de nuestro idioma, en el discurso fuera del ámbito estrictamente profesional.
b) Aceptación sin reservas de las voces castellanizadas que han adquirido uso corriente en nuestra comunidad lingüística y están definitivamente consolidadas.
c) Actitud de prudencia frente a aquellas otras castellanizaciones que, por ser de nuevo cuño, todavía no se han consolidado en su uso y que, por ello, conviene esperar antes de concederles el honor de ocupar un puesto en el Diccionario.
Respecto a la consideración que la Real Academia Española da a los vocablos en cursiva contenidos en la DRAE, señalemos que, a mitad de mayo de 2002, el Director de dicha corporación, Sr. García de la Concha, manifestaba en una entrevista periodística que era pequeño el número de estas voces y que estaba convencido de que en poco tiempo este número se habría reducido considerablemente. La lectura de esta entrevista nos dejó la sensación de que para el Sr. García de la Concha las voces en cursiva del DRAE (aunque éste no sea del todo el caso de la unidades físicas) son un mal necesario pero transitorio, en espera de que un neologismo adecuado las haga innecesarias.
4. En relación con el criterio que nosotros habíamos adoptado en 1973 y a la luz de la actual postura de la Real Academia Española, pensamos que sigue siendo válido lo que opinamos entonces, aunque, a semejanza con la docta casa, debamos adoptar una prudente calma con las nuevas castellanizaciones, todavía no consolidadas. Este punto de vista nos lleva a no dar por completada aún (como entonces lo hicimos) la evolución: roentgen, roentgenio, renguenio. En consecuencia, creemos que nos acompasamos mejor al pensar de la Real Academia si, en la evolución de roentgen y sus derivados, nos detenemos en la etapa intermedia roentgenio.
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Nota a pie de página:
* El DRAE dice, por ejemplo “volt: nombre del voltio en la nomenclatura internacional”.
** La Ley que se comenta es de 1967, anterior por lo tanto a la XII Conferencia General de Pesas y Medidas (1967 – 1968) que cambió el nombre de grado Kelvin por el de kelvin.