Las principales lecciones aprendidas tras Fukushima radican en la necesidad de mantener la refrigeración del núcleo en situaciones de aislamiento energético y en garantizar la habitabilidad de las zonas donde los operarios desarrollen su trabajo en caso de accidente severo.
Esto se traduce en la construcción de Centros Avanzados de Gestión de Emergencias, con sistemas independientes y aislados del exterior, la protección extra de los elementos de emergencia que garantizan la autonomía energética de la central y la disposición de bombas diésel portátiles que permitan establecer un caudal extra de refrigeración al núcleo.